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Tres años sin Luciano

La noticia de que esa mañana en Valledupar habían asesinado a Luciano Romero Molina, cayó de repente como una nube negra sobre los amigos del sindicalista que había regresado desde Asturias a su tierra caribe medio año antes. En la memoria cada quién buscó imágenes del compañero, su risa, los momentos compartidos y alguna cosa que presagiase la tormenta. "Sólo temo que mis mujeres queden solas", me dijo Luciano al oído en el aeropuerto del Ranón, refiriéndose a su esposa, a su madre y sus tres hijas.

El crimen destrozó a su familia y desató la indignación de muchas personas de la Asturias solidaria. Dos veranos más pasaron por Oviedo, tres años después, en las tierras de El Dorado, sigue el baile de la muerte.

Los planes de exterminio contra el movimiento sindical se cumplen con trágico rigor en la "democracia más estable de América". En ese breve lapso 222 sindicalistas más de nuestra Central Unitaria de Trabajadores, CUT, han sido asesinados, 40 sólo en los primeros ocho meses de este año, algunos, como hicieron con Luciano, fueron amarrados, literalmente convertidos en un colador -pasados a cuchillo-, para ocultar que son crímenes políticos, para desviar las investigaciones y que sean sumados a las estadísticas de los homicidios cometidos por la delincuencia común.

Es que a veces las cifras de asesinados, los ríos de sangre de los sindicalistas colombianos alarman fugazmente a las sociedades y  gobiernos de un mundo indolente, en el que pesan más los negocios que los derechos humanos. Así, el Congreso de los Estados Unidos -país que vende las armas con que los paramilitares y sus aliados en la fuerza pública asesinan sindicalistas- ordena detener la firma del tratado de libre comercio hasta que el gobierno Colombiano resuelva el problema de la violencia contra los sindicalistas. Y esta Unión Europea, tan políticamente correcta y que pretende otro tratado comercial con Colombia, aún no hace lo propio, a pesar de que no le queda bien firmar negocios sobre sangre fresca.

La OIT se cansó decir que Colombia es el país más peligroso del mundo para los sindicalistas y montó una oficina de observación permanente en Bogotá. La ONU repite cada año sus recomendaciones al gobierno colombiano para que proteja a los sindicalistas, como una letanía inútil. La gente marcada sigue cayendo y Asturias recibiendo perseguidos. Van 51 y la noche no acaba.

¿Quién mató a Luciano, quiénes ordenan estas muertes? Esas fueron las preguntas que Rafael Palacios, entonces director de la Agencia Asturiana de Cooperación, le formuló durante la segunda visita de verificación del estado de los derechos humanos al Fiscal General de Colombia.

La respuesta del alto funcionario fue que era un crimen pasional; un tiempo después dijeron que fue por ser guerrillero y para "probarlo" la policía secreta consiguió un testimonio sometiendo a torturas a una persona allegada a Luciano. Pero el montaje se les cayó completo. La solidaridad internacional obligó a investigar, un poco. Luciano era sindicalista, defensor de los derechos de los presos políticos, denunciaba con valor los abusos cometidos contra los obreros de su región por las empresas multinacionales, especialmente las del sector de alimentos. Luciano no era combatiente, nunca lo fue. La Justicia tuvo que detener a algunos de los autores materiales quienes confesaron el crimen y el burdo montaje oficial para ocultarlo. Los asesinos resultaron ser miembros de los grupos paramilitares comandados por alias Jorge 40, narcotraficante extraditado hace pocos días por el gobierno colombiano a Estados Unidos, país donde sólo responderá por cargos de tráfico de drogas, no por el crimen de Luciano, de centenares de Lucianos.

Pero ¿quiénes están detrás de Jorge 40 y de los demás jefes narcoparamilitares tan especialmente protegidos, tan benévolamente tratados por la justicia colomboestadinense y por el gobierno de Álvaro Uribe Vélez?, ¿Quiénes se benefician con la muerte de tantos sindicalistas?. Esas preguntas acechan, como la muerte, como la impunidad. Esas y otras preguntas las compartimos con los lectores y con nuestros amigos astures que se niegan a mirar para otro lado ante  el horror, a pesar de las fiestas en este verano que se acaba, para que algún día en nuestra tierra cese la larga noche que hoy parece no tener final.


COLECTIVO DE COLOMBIANOS REFUGIADOS EN ASTURIAS "Luciano Romero Molina"